22.24 horas. Piti baja un balón. Se lo da a Trejo. El “Inventor de Sueños” se hace hueco. Chuta. Despeja Arzu. La bola vuela. Destino: la mejor zurda de Segunda. Piti no mira hacia la portería, los buenos nunca necesitan hacerlo. Latigazo. Chut para la Gloria. La Gloria Vallecana. GOL. Explosión de júbilo. Sólo me apetece gritar, enrojecer, cantar el gol más largo de la historia de la radio. No es que no quiera parar, es que no puedo. Cuando Vallecas hierve hay que dejarse llevar.
Es el momento en el que el sentimiento vence a la desazón, en el que nadie se acuerda de que no ha cobrado, en el que Piti se siente un héroe, en el que el aficionado sentado en el asiento 8 de la fila 21 también se siente un héroe, en el que Sandoval pierde 10 kilos de peso y gana 11 de felicidad, en el que Coke recorre 30 metros para abrazar a sus compañeros después de haber corrido 20 kilómetros durante los 66 minutos anteriores, en el que Cobeño alza los guantes al cielo, en el que, como dijo el eterno Salamero, “la alegría invade los corazones vallecanos”.
Hace mucho que llegué a una conclusión vital: el éxito de los humildes se celebra más. . Suba o no el Rayo Vallecano, los hinchas franjirrojos guardarán en su memoria otra noche histórica. Sin vallas. Con garganta. Con corazón. Con “pelotas”. Con el orgullo de pelear hasta el final. El Rayo Vallecano afronta el kilómetro 32 de su maratón. Su avituallamiento es el empuje de esos miles de rayistas que sueñan con un futuro de Primera. Me tiemblan los dedos al escribir que el Rayito acaricia el ascenso. Pero lo que tengo claro es que en el kilómetro 2 o en el 42, en Primera, Segunda, Segunda B o Preferente… Sin “Vallekanfield” la vida no sería igual.